Cuando tenemos amor propio, reconocemos nuestras virtudes, nuestros talentos, nuestra bondad, nos sentimos en plenitud por lo que somos y valemos.
Esperar que los demás nos quieran para sentirnos amados y valorados, es sentir una necesidad, una dependencia de afecto que no depende de nosotros. Nuestro estima estará a merced de cómo nos tratan y aprecian, porque no creemos que ese poder está en uno mismo, en nuestro interior.
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